El tiempo se detuvo en un instante.
Las agujas del reloj, de pronto dejaron de escucharse.
Sólo los latidos de nuestros corazones agitados
rompían aquel silencio sepulcral.
Allí estábamos,
abrazados, entrelazados,
siendo uno.
Escuchando nuestra respiración entrecortada,
acompasada, a un mismo ritmo.
Al ritmo de nuestros corazones,
de nuestras almas,
de nuestro ser.
Así fue...
Lo que soñé.
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